miércoles, 22 de abril de 2009

Los ojos del Lobo


Algunas personas hemos tenido la decisión, la fuerza y la suerte de vivir como animales, de abandonarnos a la naturaleza e integrarnos y unirnos íntimamente a sus ritmos durante algún período de nuestra vida. Ese contacto, más o menos profundo, nos da la perspectiva necesaria para comprender mejor la magnitud de las acciones del hombre.
Así, la construcción de una simple carretera, estrecha y de pequeña incidencia en el medio a juzgar por los informes de los técnicos, puede ser un acontecimiento grave visto desde las alturas de la montaña, entre los habitantes del bosque.
Si de vez en cuando el hombre pudiera contemplar las cosas por los ojos del lobo, seguro que actuaría sobre la naturaleza de una forma más respetuosa. Pero para ello tendría que dejar de lado su visión egocéntrica y su afán de dominio; a cam

bio alcanzaría un grado de consciencia universal, que le proporcionaría la paz interior y la satisfacción de sentirse parte integrante y activa de un universo maravilloso y complejo.

La llamada del lobo puede escucharla el hombre atento desde dentro y desde fuera de sí mismo. Cuando lo oímos en nuestro interior, es un largo aullido que nos trae el viento del Oeste y nos recuerda que no se puede huir siempre. A veces, nos refugiamos en un mundo de razón y consumo, para no enfrentarnos a nuestra soledad, al silencio, a la oscuridad del bosque, al lobo. Cuando abrimos estas puertas y reconciliamos al hombre lobo, vemos en el bosque el lugar más seguro, oscuro y confortable del mundo.

Esta reconciliación y aceptación de nosotros mismos es el paso imprescindible y primero para atender la llamada del lobo que está afuera.

Con su aullido, el lobo hace saber al que lo escucha que es libre, que está triste y vivo. Y para poder seguir escuchando su llamada, ese canto tan bello, el hombre habrá de cambiar profundamente. Ya no sirven las reservas en las que tanto gusta confinar a los seres "poco civilizados". Hemos de aprender a vivir con todos y no exterminar a los molestos.

El hombre ha errado su camino y ha ido tan lejos que ni noción tiene de sus errores. Hemos de tomar las decisiones como los sabios iroqueses, pensando en las siete generaciones que nos seguirán, y preservar lo poco que nos queda. Hoy no se trata de dejar vivir al lobo, pues su situación es tan precaria que tendremos que trabajar para conservarlo. El sabio mudo (así llaman al lobo en Salamanca y Extremadura) desaparecerá de la Península si continuamos consumiendo a este ritmo y pensando de esta forma.

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1 comentarios:

Viola dijo...

interesante blog
saludos de polaco

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